El camino no dura para siempre.
Es una bendición recorrerlo durante algún tiempo,
pero un día terminará,
y por eso debes estar siempre listo para despedirte en cualquier punto.
Por mucho que te deslumbren determinados paisajes,
o te asusten ciertos trechos donde hay que esforzarse
especialmente para seguir en pie, no te aferres a nada.
Ni a los momentos de euforia,
ni a los interminables días en los que todo parece difícil,
y el progreso es lento. Más tarde o más temprano llegará un ángel,
y tu jornada habrá llegado a su término. No lo olvides.
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